No debe de extrañarse una cuando lee o escucha que "casualmente" una estrella ha caído en su jardin. No es más que una metáfora que suplica una situación de confort y de resistencia, de fuerza y valentía para encarar lo imprevisto y lo imaginado.
Sin tenerlo como precaución, hay una estrella allá en lo alto que procura hacernos sentir lo mismo, inseguros y grandes a la misma vez, dependientes y comedidos, sanos y vibrantes.
Su luz es ésa Luz a la que todos deseamos aspirar a reconocer en nuestro Ser, nos venimos componiendo últimamente de conciencia y observación,.. y nos está invitando a reunir todas aquellas porciones dispersas de nosotros mismos para poder recomponernos tras un trabajo contínuo y llegar a ello.
Se nos supone que nos devuelve esa vitalidad necesaria para acompañarnos en nuestro camino, para apreciar que aquello que vendrá será proximamente parte de nuestra esencia, que será la totalidad y el tiempo de disfrute.
No obstante con la seriedad que caracteriza a esta ilusión, no debemos separarnos ni pararnos en nuestro caminar ascendente y sí dejar que su brillo nos guíe, procurando atravesar los jardines de la existencia de una manera comprometida e insultantemente dilettante. La falta de ambos preceptos nos llevan a investigar contínuamente de dónde somos y qué estamos haciendo... llegaría a entorpecernos. La marcha natural de seguir el rumbo del Sol, complace los sentidos y a la vez, nos sirve para acompasarnos en la plenitud deseada.
Texto: Luisa Blanca